jueves, 15 de julio de 2010

EL INSTANTE SIGUIENTE

Resulta curioso pensar porqué el ser humano hace música. Porqué aquel mono en aquella cueva cogió un día aquel hueso y lo golpeó contra una piedra, bum, bum, bum, bum, y creó el primer ritmo y el primer compás. Resulta curioso pensar porqué aquello le sedujo, aquel fenómeno primitivo y visceral, hasta el punto de repetirlo hasta hoy.

La música sólo es tiempo. Sólo eso. Bum, bum, bum, bum. Avanza imparable, un instante tras otro, sin que nada pueda detenerlo. Bum, bum, bum, bum. Igual que la aguja de un reloj, igual que el latido de un corazón, está hecha de la misma materia que la vida.

Cada sonido nace y muere en nuestros oídos y da paso al sonido siguiente, y a medida que nace y muere, nacemos y morimos nosotros. Bum, bum, bum, bum. Y cada sonido nuevo nos seduce otra vez, y así, mientras esperamos el siguiente instante, volvemos a sentirnos como el mono que golpea un hueso contra una piedra y se asombra de seguir estando vivo.

Nos pasamos la vida intentando convertir un euro en dos euros sin saber que en realidad lo que queríamos era convertir un minuto en dos minutos.

martes, 6 de julio de 2010

LA ENFERMEDAD

El doctor entró en la habitación con el resultado de los análisis. El hombre estaba sudoroso, con los ojos desorbitados. Apenas podía respirar. El doctor le miró a la cara, con una expresión de compasión tan profunda que el hombre no pudo soportarla. “Dígame qué me ocurre, doctor. No se ande con rodeos”. El médico hizo un esfuerzo para no llorar. La voz se le atascaba en la garganta. Se podían aprender muchas cosas en la Universidad, pero desde luego, por muchos años que uno estudiara, nunca estaría preparado para dar una noticia así. Para mirar a la cara a un hombre desesperado y decirle que no había nada en este mundo que pudiera ayudarle. Que no había solución para lo suyo. El médico empezó a revolver los papeles como si estuviera buscando algo, pero lo único que hacía era disimular, ganar un poco de tiempo. De nada servía, porque a esas alturas, el hombre ya había entendido que su enfermedad no tenía cura. “¿Qué es doctor? Maldita sea ¿Qué me pasa?”. El médico volvió a tragar saliva, levantó la mirada y se lo dijo: “Está usted enamorado”.