miércoles, 3 de noviembre de 2010

EL DESAFÍO

El tipo estampó un euro sobre la mesa y me miró desafiante. No puedes hacerlo, me dijo, y señaló con los ojos su reluciente moneda. Yo la recogí con cuidado. La sujeté con dos dedos, como si intentase adivinar qué era lo que diferenciaba aquel euro de todos los demás euros del mundo. Estaba borracho, pero pensaba que no lo suficiente para fallar. Es más, pensaba que, de algún modo, el alcohol podía mejorar mi puntería, así que saqué el revolver y lancé la moneda al aire. Bang, bang. Los nudillos contra la puerta sonaron exactamente igual que los dos disparos. Era la policía, que venía a detenerme por homicidio involuntario, y mientras me sacaban esposado de mi apartamento pude ver como dos enfermeros bajaban una camilla por las escaleras con el cadáver de mi vecina de arriba.