miércoles, 29 de junio de 2011

PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN

El 28 de Mayo del pasado año murió Gary Coleman, un conocido actor afroamericano que protagonizó una popular serie de televisión en los ochenta. En ella, interpretaba a Arnold, un niño de ocho años, a pesar de que él contaba con una edad mucho mayor por aquel entonces, pero aparentaba ser más pequeño debido a una enfermedad en el riñón llamada nefritis que afectaba a su crecimiento. Parece que entabló amistad con el cantante Michael Jackson, cuyo interés por los niños era de sobra conocido. Más revelador parece el hecho de que la serie protagonizada por Coleman, titulada en EEUU "Different Strokes", fuese traducida al castellano con el título "Blanco y Negro", igual que el disco que años más tarde publicaría el rey del pop.

Pero más revelador todavía es el hecho de que tiempo después apareciese en antena una nueva serie titulada Webster, de sospechosas similitudes, protagonizada por Emmanuel Lewis, que también interpretaba a un personaje de una edad muy inferior a la suya, debido a la misma enfermedad que afectaba a su crecimiento. Incluso fue nominado en 1987 al premio de actor revelación de una serie televisiva que finalmente acabaría ganando el actor Kirk Cameron por su elaborado papel en "Los problemas crecen". Webster también tuvo una estrecha relación personal con el cantante Michael Jackson e incluso se les puede ver actuando juntos en numerosas apariciones televisivas de la época que os aconsejo que consultéis por Youtube por su elevado interés cultural. (http://www.youtube.com/watch?v=lTx778LK3Rc)

Tanto Arnold como Michael Jackson han muerto recientemente en circunstancias poco conocidas, mientras que Emmanuel Lewis, Webster, continúa vivo, y se le ha podido ver en apariciones públicas recientes, aunque seriamente afectado por la muerte de su amigo Jackson.

El parecido entre ambas series es más que evidente, igual que el existente entre sus dos actores protagonistas, pero es que además, el actor que interpretaba al padre de Webster en la ficción era Alex Karras, un conocido actor y jugador de futbol americano de la época, que de hecho prestaba su personalidad a su personaje, George Papadopoulos, que en la serie era un comentarista deportivo de éxito televisivo. Sobra decir que Alex Karras recuerda en nuestro imaginario colectivo al famoso personaje de "El exorcista", el Padre Karras, cuyo nombre de pila era Damien, que a su vez era el nombre del niño diabólico de "La Profecía". Y si esto no os parece una muestra tangible del poder de manipulación de los Illuminati es que sencillamente no queréis verlo.

EL FINAL DE MIS DESEOS

Froté con todas mis fuerzas con la manga de la chaqueta. La lámpara empezó a brillar con una luz inexplicable y al caerse de mis manos brotó de ella una nube de humo denso de la que apareció un genio. Me concedió tres deseos y en pocos segundos obtuve lo que más anhelaba en el mundo. Todo lo que siempre había querido y nunca había podido tener se hizo realidad de golpe. En ese momento comprendí que, en realidad, los genios son los enemigos de los deseos.

SI VÁIS A CONTARME UNA HISTORIA, POR LO MENOS QUE SEA ESTA

Estaba sentado en un lujoso sofá de cuero, con las babuchas sobre la mesa, frente a un enorme montón de cocaína. Se atusaba las barbas mientras veía la imagen de las cámaras de seguridad que rodeaban el edificio en una inmensa televisión de plasma de un millón de pulgadas. El salón era todo de mármol blanco y terciopelo rojo, decorado con esculturas griegas.

Cuando vio cómo los soldados entraban a tiros por el jardín principal aún tuvo tiempo de coger la metralleta, cargarla y quitarle el seguro. Subió por la imponente escalinata hasta el balcón, justo encima de la fuente central, coronada por una gran esfera metálica con un letrero de neón que reza EL MUNDO ES MÍO. Envuelto en un batín de seda y con un puro habano en la boca, esperó a sus asaltantes mascullando "veníd, jodidos infieles, venid si tenéis cojones".

Esperó en silencio hasta que las puertas reventaron y se puso a disparar. Entonces, una lluvia de sangre empapó las viseras de los cascos de los agentes especiales, que fueron cayendo uno a uno por orden cronológico de jubilación. La lluvia de balas dejó helados al resto de los miembros del dispositivo, que todavía estaban accediendo al edificio.

Tras el tiroteo inicial, herido por varios disparos, se apostó tras la barandilla para recargar el arma mientras gritaba "¿con quién creéis que estáis jugando? Soy Osama Bin Laden, el mayor terrorista del mundo. Querer joderme a mí es querer joder al mejor".

Atrincherado en el balcón, todavía pudo disparar a un par de soldados más, uno que acababa de tener un hijo y otro hispano que era un buenazo. El resto de las fuerzas especiales de apoyo entraron descolgándose con cuerdas de los helicópteros, a través de la cristalera del tejado. Le derribaron con un arma capaz de disparar trescientas balas por segundo, y mientras su cuerpo bailaba, ametrallado de sangre, todavía gritaba "estoy vivo, hijos de puta, estoy vivo, nunca acabaréis conmigo".

miércoles, 1 de junio de 2011

LA LLAMADA

Si yo me muriese ahora, dentro de veinte años, cuando ya no te acuerdes de mí, quizá te equivocarías buscando en tu agenda el número de alguien que se llame como yo. Marcarías y mi teléfono sonaría en mi tumba un sábado por las noche, dándole un susto de muerte al vigilante del cementerio.