domingo, 21 de octubre de 2012

POR QUÉ RAJOY NO USA CALZONCILLOS


El camarero ya estaba recogiendo los platos y los invitados estaban brindando con los chupitos. Algunos se habían lanzado a contar chistes, con la osadía que dan los licores. Un tipo al que nadie conocía se reía sonoramente, haciendo grandes aspavientos al final de cada chiste, aunque fuera muy malo, e incluso se lanzó a aplaudir después de alguno, con palmadas estridentes que molestaron a los comensales de las otras mesas. A medida que los chistes cobraban protagonismo, más se crecía el hombre, y de tanto reirse estaba recorriendo toda la gama de colores, del rosa al rojo y de allí al escarlata, en un imparable ascenso hacia el púrpura. Cuanta más gracia le hacían los chistes, más exhibía su risa y más se le hinchaban las venas del cuello.
Después de una de estas carcajadas abrumadoras, se levantó de la silla y carraspeó con solemnidad, gritando "¡Espera, espera! Tengo uno buenísimo! Escuchad este!" y ante tal espectación, todas las cabezas del comedor se giraron hacia él. Dejó pasar un segundo ceremonial antes de decir "¿A que no sabéis por qué Rajoy no usa calzoncillos?" casi sin aguantar la risa, y en ese mismo instante se agarró el pecho y cayó fulminado sobre la tarta de queso con arándanos.
Intentamos ayudarle. Le abrimos la chaqueta y le desaflojamos la corbata. Yo incluso intenté practicarle un masaje cardiaco, pero no hubo manera: para cuando la ambulancia se lo llevó de allí todos teníamos claro que jamás sabríamos por qué Rajoy no usa calzoncillos.

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