"ochocientos euros es una ganga" dijo con satisfaccion el agente inmobiliario, y al hablar hacía vibrar su bigotito en una frecuencia tan alta que el movimiento de los pelillos apenas resultaba perceptible para el ojo humano. El cabrón parecía un jodido ratoncito vestido de traje, y encajaba perfectamente con la ratonera que intentaba venderme, pero aquello no era ninguna fábula: el tipo estaba hablando en serio.
sábado, 19 de marzo de 2011
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