miércoles, 29 de junio de 2011

SI VÁIS A CONTARME UNA HISTORIA, POR LO MENOS QUE SEA ESTA

Estaba sentado en un lujoso sofá de cuero, con las babuchas sobre la mesa, frente a un enorme montón de cocaína. Se atusaba las barbas mientras veía la imagen de las cámaras de seguridad que rodeaban el edificio en una inmensa televisión de plasma de un millón de pulgadas. El salón era todo de mármol blanco y terciopelo rojo, decorado con esculturas griegas.

Cuando vio cómo los soldados entraban a tiros por el jardín principal aún tuvo tiempo de coger la metralleta, cargarla y quitarle el seguro. Subió por la imponente escalinata hasta el balcón, justo encima de la fuente central, coronada por una gran esfera metálica con un letrero de neón que reza EL MUNDO ES MÍO. Envuelto en un batín de seda y con un puro habano en la boca, esperó a sus asaltantes mascullando "veníd, jodidos infieles, venid si tenéis cojones".

Esperó en silencio hasta que las puertas reventaron y se puso a disparar. Entonces, una lluvia de sangre empapó las viseras de los cascos de los agentes especiales, que fueron cayendo uno a uno por orden cronológico de jubilación. La lluvia de balas dejó helados al resto de los miembros del dispositivo, que todavía estaban accediendo al edificio.

Tras el tiroteo inicial, herido por varios disparos, se apostó tras la barandilla para recargar el arma mientras gritaba "¿con quién creéis que estáis jugando? Soy Osama Bin Laden, el mayor terrorista del mundo. Querer joderme a mí es querer joder al mejor".

Atrincherado en el balcón, todavía pudo disparar a un par de soldados más, uno que acababa de tener un hijo y otro hispano que era un buenazo. El resto de las fuerzas especiales de apoyo entraron descolgándose con cuerdas de los helicópteros, a través de la cristalera del tejado. Le derribaron con un arma capaz de disparar trescientas balas por segundo, y mientras su cuerpo bailaba, ametrallado de sangre, todavía gritaba "estoy vivo, hijos de puta, estoy vivo, nunca acabaréis conmigo".

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