lunes, 4 de octubre de 2010

NUESTRAS PROMESAS SON REALIDADES

Pasaba por allí cada día para coger el autobús del colegio, así que mi infancia fue una obra permanente. En tercero me enganché la cazadora nueva en una de las vallas de aluminio y rasgué la manga, así que me tiré todo el curso con un parche remendado sobre el codo que rezaba algo sobre el ski. Winter Sports o algo así. Huelga decir que yo no he hecho ski en mi vida.

En invierno, el suelo de tierra de la obra se convertía en un pantano, plagado de pequeñas lagunas en la arena, un ecosistema de marismas en el que evolucionaban las grúas y las excavadoras y que cambiaba tanto de un día al siguiente que cada vez que pasabas por allí tenías que reinventar de nuevo el camino.

La obra continuó paralizada hasta que cumplí los 18. Hasta hace bien poco, sobre una pequeña colina de arena aún se alzaba majestuoso un viejo cartel metálico, raído y oxidado, con una de aquellas fotos que no parecían fotos del todo, porque eran simulaciones de ordenador, en las que anunciaban como quedaría la zona después de la reforma. En ella podían verse elegantes edificios y zonas ajardinadas, y había un mercedes aparcado y una mujer cruzaba empujando un carrito de bebé. Bajo la fotografía todavía podía leerse un lema tan rotundo como irónico: "nuestras promesas son realidades".

Hoy han derribado las casas abandonadas donde me paraba a mear, y han quitado la escalera llena de musgo por la que subía arriesgando el pellejo, y el banco del lateral en el que una vez besé a una chica, y el soportal oxidado en el que una vez me atracó un yonki, y pronto quitarán el esqueleto gigantesco de la vieja fábrica y pondrán un bonito parque y edificios nuevos, como habían prometido, con la piedra lavada y el acceso amable y quitarán toda aquella mierda y reformarán la zona. Ahora, aquel lugar infecto estará mucho mejor.

¿Cómo voy a explicarles esta nostalgia absurda que me hace pensar que me han jodido mi lugar infecto, que me han robado el musgo y que me cago en todos los cambios? A medida que el mundo se desmorona van construyendo otro nuevo, y es ese que veías en aquellas fotos que no parecían fotos del todo, porque eran simulaciones de ordenador. Al final sus promesas eran más bien amenazas, y ahora, al mirar, parece que estás dentro de aquella simulación del cartel, y te entran escalofríos al ver lo jodidamente igual que les ha quedado todo.

1 comentario:

Eva dijo...

y nos da tanta rabia que parece nostalgia.

Así que hemos pasado a la acción
y ahora nos reunimos a ver si groso modo
podemos acordamos de cómo era todo